Cuando mis sobrinas eran pequeñas pasaba con ellas el día de Reyes. La noche anterior íbamos a ver la cabalgata y después de cenar preparábamos todo para la venida de los Reyes magos: poníamos los zapatos alrededor del árbol y una bandeja con turrón y polvorones para los reyes, y agua para los camellos. Querían dormirse pronto con el fin de que llegaran antes los reyes magos a su casa. A la mañana siguiente madrugaban e iban corriendo a ver que regalos les habían dejado. ¡Cuánta ilusión! ¡Qué alegría! ¡Qué capacidad de asombro!
Me encantaba verlas como iban de un regalo a otro y como disfrutaban viendo todo lo que les habían traído, y querían jugar con todo a la vez.
Esto es así porque los niños tienen la capacidad innata de asombrarse.
“A los ojos de un niño, no hay siete maravillas en el mundo. Hay siete millones” – Walt Streightiff
Según vamos creciendo parece que perdemos nuestra habilidad de maravillarnos. Supongo que es debido a que vivimos en la era de la abundancia y nuestras almas están aturdidas de comodidad y saturadas de cosas. Para nosotros, y con mayor razón para las generaciones que nos siguen parece existir cada vez menos cosas de que asombrarse, pues todo nos resulta evidente y lo que recibimos, lo recibimos como un derecho y no como un regalo del que no somos merecedores. Somos insaciables y nada es suficiente y nada nos satisface.
Entonces, ¿Cómo podemos renovar nuestra habilidad de sentir asombro?
El asombro es la capacidad de percibir lo bello, lo excepcional, y lo impresionante en todo lo que nos rodea y esto contribuye a nuestra felicidad.
Y eso es precisamente lo que le ocurrió a los Magos de Oriente, que al ver la estrella fueron a Jerusalén en busca del rey de los judíos. Dice la escritura que le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra.
¿Por qué le ofrecieron esos regalos?
El oro significaba la realeza de un rey, el incienso significaba la ofrenda de agradecimiento y alabanza a Dios para un sacerdote, la mirra era una sustancia aromática que se utilizaba para embalsamar un muerto. Eran presentes para alguien que ha nacido con una misión particular.
Este Rey requiere nuestra sumisión y obediencia, y podemos acercarnos a Él como nuestro Sumo Sacerdote que sabe compadecerse de nuestras debilidades y, sobre todo, debemos entregarle nuestro corazón en arrepentimiento y fe porque Él es nuestro Salvador que murió por nuestros pecados.
Por eso Jesucristo es el gran regalo de Dios al mundo. Es el don inefable, porque no se puede expresar, ni describir en palabras. Desde su nacimiento hasta su ascensión es maravillosamente glorioso.
Medita en esto ¡Dios hecho hombre viviendo entre nosotros! Por el cual Pablo exclamo: ¡Gracias a Dios por su don inefable! (2ª Corintios 9:15)
Dios nos dio a su Hijo para redimirnos de nuestros pecados y con Él, nos ha bendecido con toda bendición espiritual (Efesios 1:3). Esta noticia debe llenar nuestro corazón de gratitud, alabanza y adoración a Dios. ¿No te parece que es un regalo realmente maravilloso y asombroso?
Pero, ¿Cómo llegar al asombro por Dios?
Solo por medio de conocerle a través de su Palabra. ¿No es asombroso que Dios siga transformando vidas a través de la Biblia? Esta es una buena razón para atesorarla en nuestros corazones.
Debemos orar como oraba el apóstol Pablo por los creyentes de Colosas para que Él nos llene del conocimiento de su voluntad (Colosenses 1:9). Y debemos pedirle que su Espíritu abra los ojos de nuestro entendimiento, porque es el Espíritu quien nos revela a Dios (1ª Corintios. 2:10).
Cuando permanecemos en la Palabra una y otra vez somos llevados al Evangelio y este nos recuerda nuestra condición, de donde hemos sido rescatados y el infinito precio que fue pagado por nosotros; lo cual a su vez nos lleva a considerar la abundante misericordia de Dios, su inmenso e inagotable amor, y sentir en lo más profundo de nuestro ser como decía el apóstol Pablo “que el amor de Cristo nos constriñe”
Al considerar esto vamos a desear vivir para agradarle a Él y para su Gloria. como el predicador Steve Lawson afirma “No vivir para la gloria de Dios es sobrellevar una existencia vacía ya que Dios debe ser el epicentro de nuestras vidas. Existimos para Su gloria y Dios nos creó para este elevado propósito. Este debe ser nuestro principal fin, de lo contrario hemos desperdiciado nuestras vidas”
Y tú ¿estás asombrado con el regalo de Dios y vives a la luz de esta verdad?